
Los esfuerzos por preservar la palma de cera del Quindío
- ad-q-asomos
- 4 marzo, 2025
- Región
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Las imponentes palmas de cera que crecen en medio de las montañas de la cordillera Central, el bosque de niebla y las coloridas aves que tienen su hábitat en la zona han hecho del valle de Cocora, en Salento, Quindío, un lugar único en el país, y dueño de un reconocimiento especial por turistas colombianos y extranjeros.
Desde hace años, algunos expertos han indicado que este sitio es casi un azar de la naturaleza debido a que las palmas de cera germinan entre árboles y plantas, que les dan sombra y las protegen de los vientos, mientras que en Cocora crecieron en medio de terrenos que fueron usados para la ganadería.
Los habitantes de la zona y algunas autoridades municipales y departamentales han unido esfuerzos para salvar este paisaje, considerado como uno de los tesoros del Quindío y de Colombia. Periódicamente, los dueños de varios predios en Cocora siembran plántulas de palma de cera, conocida científicamente como Ceroxylon quindiuense, con el propósito de reemplazar los ejemplares mayores que se han ido cayendo por cuenta de su edad, más de 60 años.
Solo el primer anillo de su tallo tarda 12 años en brotar de la tierra. Salir del suelo, crecer verticalmente hasta 60 metros de longitud e imponerse entre el resto de las plantas puede demorar más de medio siglo. Las hojas, de color verde oscuro, pueden medir hasta 5 metros y son las primeras en ver la luz.

Varios empresarios de la zona ofrecen planes turísticos que incluyen la siembra de una de estas plántulas, y además realizan pedagogía sobre el cuidado de esta especie, declarada como el árbol nacional desde 1985. El Ejército también contribuye a este objetivo, y para ello creó un vivero ubicado en el batallón de alta montaña en Génova. En este sitio cultivan las palmas de cera, desde el primer hálito de vida que produce la semilla hasta su germinación, para luego trasladarlas al valle de Cocora. En cada jornada, los soldados plantan entre 10 y 20 especímenes, en predios privados donde es posible hacerles seguimiento y confirmar su crecimiento.
Los esfuerzos parecen estar dando frutos, pues hace unas semanas se registró la aparición de una bandada de loros orejiamarillos en una finca de Cocora, donde no se tenían datos de un suceso similar desde hace más de una década. Esta ave, que se alimenta del fruto de la palma y anida en ella, emigró hace unos años en busca de nuevas palmas en el municipio vecino de Tochecito, en Tolima.
«Recogemos las semillas que caen de las mismas palmas, las limpiamos y las sembramos en las camas de germinación que tenemos en el batallón. Se tardan entre 7 y 8 meses en brotar. Cuando tienen dos hojas se pasan a una bolsa, y ahí se demoran 4 o 5 años en crecer para poderlas traer a la siembra, en Cocora. Mientras más grandes, más posibilidades tienen de sobrevivir en el hábitat», relató el soldado y viverista James Vallejo.
«Nos están llegando pavas, el tucán azul de montaña, el tucancito esmeralda y otras aves, además de los grupos de loros orejiamarillos que llegaron a comer frente a la casa. Es el resultado del trabajo que se ha venido realizando. Por ejemplo, Proaves viene haciendo un trabajo importante en el aumento de la población de esta especie para sacarla del estado crítico», dijo Edna López, propietaria de una finca de la zona, en la que llevan a cabo actividades de conservación desde hace más de 50 años y tienen 257 especies de aves registradas.