aquello que duele mas

Aquello que duele más

Santiago Espitia
Colegio Comfenalco Quindío 9B

Después de un largo vuelo en avión y un constante dolor que agonizaba mis oídos, mi familia y yo llegamos a una ciudad caracterizada por sus bellas playas, llamada Santa Marta.

El sol brillaba con todo su cálido esplendor, por lo que dejamos nuestras cosas en el hotel y fuimos rumbo a la playa a darnos un refrescante chapuzón. Como era de esperarse, al llegar lo primero que hicimos fue entrar al mar. El suelo estaba repleto de piedras de distintos tamaños, así que mi hermana y yo empezamos a agarrarlas y a tirarlas para jugar.

No sé qué pasó por mi cabeza y me arrepiento, hasta el día de hoy, de haberlo hecho, pues agarré una roca del tamaño y peso de un libro de 300 hojas y la lancé detrás de mí, impactando en la frente de mi madre. Paralizado y aturdido, no supe cómo reaccionar; no tardó mucho para que mi papá me diera un fuerte regaño y yo llorase pensando que había matado a mamá.

Salimos del mar, el llanto ahogaba mi ser y, entre tanta angustia, mi madre trataba de consolarme. Resultó que aquel golpe no le causó ninguna herida grave a mi mamá, más que un simple chichón. Posteriormente, todo se solucionó y actualmente le pregunto a mi mamá qué fue lo que ella sintió, y me dice: “Fue un golpe duro y creí que me había rajado la cabeza, pero sin duda lo que más me dolió fue verte llorar”.